
Raquel Schwartz, artista multifacética que ha trabajado desde hace 30 años en distintos medios como la cerámica, la escultura, la instalación, el videoarte, la pintura, el dibujo y otros medios, en los últimos años ha madurado un discurso pictórico que cuestiona la materialidad de la obra de arte por encima del soporte, y que paulatinamente ha conseguido desvanecer esta misma materia, reduciéndola a su mínima expresión sin desentenderse, de la posibilidad evocativa de la práctica artística.
Las obras de Revolución parten del automatismo y del expresionismo, para construir un nuevo entramado de obras que, si bien aún tienen presente los ritmos y estructuras de su trabajo de años pasados, generan un inesperado caos formal, en el que se hacen muy presentes diversidad de materiales, mezclas de color desorbitadas y movimientos expresivos que se alejan de los humanismos para acercarse a la espiritualidad y a la cosmología.
Las obras de Schwartz de los últimos 2 años representan una revolución en un proceso, que de una forma muy consecuente ha transformado una pintura monocroma y casi minimalista en un caos de color y materialidad que, pese a los contrastes, encuentra cierto equilibrio.












